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Crónica y fantasía de Villoro en el viejo DF

Crónica y fantasía de Villoro en el viejo DF

enero 22, 2018
Noticias Prensa

 

Siempre | 20 enero 2018 | http://www.siempre.mx/2018/01/cronica-y-fantasia-de-villoro-en-el-viejo-df/

ace dos años, el viernes 28 de enero de 2016, el Distrito Federal se convirtió en la entidad federativa número 32 de nuestro país; ya no es un “territorio bajo soberanía de un Estado federal” y es una “entidad federativa autónoma. Es sede de los poderes de la Unión y capital de los Estados Unidos Mexicanos”. Es la Ciudad de México.

La nostalgia ahora se acentúa al escuchar la célebre canción “Sábado Distrito Federal” en la que Chava Flores hace una jocosa crónica de los entretenimientos en la capital del país, que ya en los años cuarenta se imponía no sólo por la naciente modernidad de su arquitectura, sino por la población que aumentaba de manera acelerada. Al inicio de esa década la población era de un millón 447 mil 177 habitantes.

Casi medio siglo después, el joven escritor Juan Villoro (1956) publicó Tiempo trascurrido. Crónicas imaginarias, cuyo protagonista central es el Distrito Federal. Ahora el libro es una suerte de ingrediente proteico del imaginario social de varias generaciones de lectores que nacieron o adoptaron la capital del país como propia; se ha republicado en cuatro ocasiones; la más reciente —Fondo de Cultura Económica— incluye un disco compacto (Mientras nos dure el veinte) realizado a partir de un concierto realizado en el Museo del Chopo (diciembre, 2014) que alude a la frase que se escuchaba en los teléfonos públicos y que decía “tiempo transcurrido, para continuar deposite otra moneda”.

Los diez textos de las canciones son de Villoro y provienen del libro de estas crónicas imaginarias que nacieron a finales de los años setenta, cuando Fernando Benítez le propuso escribir sobre música en el suplemento Sábado de Unomásuno; en esos días el autor de Los once de la tribu tenía un programa sobre rockEl lado oscuro de la luna. Villoro prefirió describir corrientes musicales alrededor del anecdotario de los personajes; se propuso una revisión de la década de los setenta de personajes relacionados con la música.

Los sismos y el 68

Esas fueron las semillas de Tiempo transcurrido que abarca 18 años, flanqueados por dos momentos, días de guardar, en la historia de México. El terremoto del 19 de septiembre de 1985, cuyas cifras oficiales no rebasaron tres mil 200 muertos, aunque según el Centro de Instrumentación y Registro Sísmico, la cifra es de 20 mil. En 2017, el mismo día de septiembre, sobrevino un sismo que, según la Secretaría de Gobernación, dejó 369 muertes, de las que 228 acaecieron en la Ciudad de México.

El siguiente hecho que marca el año de 1968 fue la matanza de Tlatelolco, ocurrida el 2 de octubre, de la cual este año se conmemoran 50 años. Las cifras de pérdidas humanas son imprecisas, aun ahora: el Consejo Nacional de Huelga señaló que murieron 150 civiles y 40 milicianos del Ejército. El entonces presidente Gustavo Díaz Ordaz, horas después de la masacre, señaló que el saldo había sido de 26 muertos, 100 detenidos y mil 43 personas detenidas.

Autobiografías y memorias

Crónica y literatura tienen muchos elementos de unión, cruce, alternancia y fusión; es natural, pues en una historia hay que situar a un personaje en espacio y dentro de un contexto, aunque no necesariamente en un tiempo cronológico preciso. Estilísticamente uno de los méritos de una crónica está en la capacidad del periodista o escritor para dar cuenta de la realidad a través de la vitalidad, las formas y fusión del habla coloquial, incluidas las llamadas malas palabras, con estructuras y registros literarios narrativos de largo aliento.

Entre los narradores, Villoro posee uno de los oídos más educados en la literatura contemporánea mexicana. Ya en Los once de la tribu (1995) mostró su talento como cronista; ese título —recién publicado en una edición gratuita— es uno de títulos del género que perdurarán junto a crónicas de nombres como Manuel Gutiérrez Nájera, Salvador Novo, Martín Luis Guzmán, Ricardo Garibay, Vicente Leñero, Elena Poniatowska, Julio Scherer García, Carlos Monsiváis, José Joaquín Blanco y José Agustín, a quien está dedicado Tiempo transcurrido.

En estas crónicas imaginarias vemos, leemos y escuchamos como en bajo continuo o en andante sostenuto un coro que revela, recuerda temas y nombres de figuras de culto del rock; el epígrafe ahora adquiere más significación: “Hemos vivido estos veinte años —señala David Bowie (1947-2016)—, ¿tendremos que morir durante los próximos cincuenta?” En diversos pasajes, el coro se funde como una voz solista que enfatiza una generación escéptica y al mismo tiempo con la conciencia de la “edad de la razón” y que supo luchar por su emancipación individual y social.

Esa generación es hija de la revolución sexual, del cambio radical de las modas, de la muerte de Martin Luther King, los Kennedy, del Mayo francés; en México, de la represión a estudiantes en Michoacán, Sonora; del asesinato de Lucio Cabañas y de campesinos en Acapulco.

Una década antes se había endurecido el Estado para contener los movimientos sindicales de ferrocarrileros, médicos y maestros. Y en 1984 se anuncia el inicio de una época, de sofisticación del control sobre la población mediante la violencia, además, intimidatoria, que ahora ejerce con plenitud el narcotráfico.

 Leer, releer; reconocer y resituar geografías, usos y costumbres, rituales, ambiciones y sus decadencias; devociones, prejuicios y mitos de la Ciudad de México —una de las cuatro más pobladas del planeta— en medio de una prosa, sin exageración, es una rareza hoy en día.

A pesar que la ciudad es tema de las agendas de funcionarios, políticos y hasta empresarios; académicos y humanistas, pocas veces encontramos una recuperación tan directa de nuestro pasado inmediato donde la ficción se trufa con la realidad; en ocasiones ésta predomina.

Acaso sin proponérselo, Villoro escribió autobiografías o al menos memorias musicales del primer cuarto de siglo de su existencia; asimismo nos recupera zonas de la ciudad, como la colonia Lindavista, que en los años sesenta y setenta estaba cerca del paraíso citadino, también de los nuevos ricos, que devino en una de las zonas más violentas de la ciudad.

Este libro es gozable desde distintas perspectivas, no sólo literarias; apela a la nostalgia por una generación tan rica en creadores musicales; nos sumerge, también, en la memoria de un tiempo que para la historia es un momento y para una generación es la vida, ya desde el crepúsculo.

Juan Villoro, Tiempo transcurrido (incluye el  CD “Mientras nos dure el veinte”), México FCE, 2015.

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