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Juan Villoro: ‘Lo que me afecta es un mundo que reconozco imperfecto’

Juan Villoro: ‘Lo que me afecta es un mundo que reconozco imperfecto’

agosto 11, 2016
Noticias Prensa

La Nación | 11 agosto 2016 | http://www.lanacion.com.ar/1926835-juan-villoro-lo-que-me-afecta-es-un-mundo-que-reconozco-imperfecto

En Ciudad de México, que de a poco deja atrás su nombre de DF para ser CDMX, la memoria es algo que surge para quien esté dispuesto a escarbar en las dicotomías de este país lleno de asombro. En eso está a diario el escritor Juan Villoro (Ciudad de México, 1956), cuya labor excede su agitada vida arriba de un avión para recibir un premio o abrir una conferencia, terminar una crónica en su casa en Coyoacán, encabezar un seminario en CDMX o ser testigo en las playas de Tijuana del contacto desesperado de la gente, que tras el muro metálico que separa México de Estados Unidos busca a su familia ‘del otro lado’.

‘México tenía una larga tradición como país de acogida para darles asilo a personas perseguidas por sus ideas. Hasta 2015 era un problema externo, que les pasaba a otros países’, dice Villoro, al referirse a las dramáticas cifras de agresiones contra periodistas que convierten al país en ‘uno de los más letales’ para ejercer el periodismo, de acuerdo con un informe reciente. En el primer semestre de 2016, se registraron 218 agresiones contra la prensa en CDMX, con un aumento del 115% en el segundo trimestre respecto del primero, de acuerdo con un informe difundido este mes por la ONG Artículo 19.

Es temporada de lluvias y después de las tres de la tarde la ciudad de ‘calcinaciones largas’ y ‘sol detenido’, como la llamó Carlos Fuentes, se vuelve en ese lado una olla anárquica con calles cerradas por mojones y cadenas, con comercios de cotillón, vendedores ambulantes, puestos de tacos, librerías de saldo, casas de empeño, estudiantes de jeans chupines y Converse mojadas. Dentro de unos minutos Villoro dictará la primera de sus charlas del seminario de novela mexicana. La ansiedad de los inscriptos que esperan en la planta baja y de las asistentes que entran y salen haciendo señas en el aire, pendientes de que el plazo concedido para esta entrevista no se extienda, es ajena al escritor.

Villoro es miembro fundador de la Casa Refugio de Escritores, que funciona en CDMX desde hace 15 años. ‘Allí nos hemos encontrado con que la mayoría de las personas que debemos atender son nuestros paisanos. México se convirtió en uno de los países más peligrosos para ejercer el periodismo y basta ver lo que ha pasado en el estado de Veracruz en los seis años de gobierno de Javier Duarte, durante los que han muerto casi 20 periodistas’, dice.

Atrás quedó para el autor de El testigo el tiempo en que su país se beneficiaba de algunos exilios. ‘Yo mismo fui formado en los años 70 en mi carrera de sociología por profesores argentinos, brasileños, peruanos y uruguayos que habían venido pidiendo refugio’, rememora. Y compara: ‘Antes, para viajar lejos podías ser corresponsal de guerra. Hoy no necesitas ser corresponsal para ver la guerra, porque el país está en la llamada guerra contra el narcotráfico’.

Distinguido por su labor periodística y literaria dentro y fuera de su país -Xavier Villaurrutia (2000), Herralde de Novela (2004), Internacional de Periodismo Manuel Vázquez Montalbán (2006), Internacional de Periodismo Rey de España (2010), entre otros-, Villoro es de los escritores a los que se presta atención y conviene respetar. Es consciente del reconocimiento que se le confiere, pero no se siente protegido. ‘Nadie puede estar totalmente a salvo. Cada vez más encontramos a gente que no sabe si podrá publicar su siguiente texto. Todos hemos sido víctimas de alguna amenaza genérica. Sería muy irresponsable pensar que uno tiene un escudo protector. Hay que estar muy conscientes de que lo que escribes tiene consecuencias.’ Villoro prefiere seguir la premisa del escritor Elmer Mendoza, novelista de Sinaloa, que escribe desde uno de los epicentros del narco: ‘No tenemos que cuidarnos de los malos, sino de los buenos’.

‘Los buenos son los ciudadanos honorables que sirven de fachada al narcotráfico, empresarios, políticos, personas incluso de la Iglesia, que les dan una apariencia de legalidad a los ilícitos. Toda sociedad tiene una franja gris que hace que el crimen se transforme en un negocio establecido. De nada serviría vender drogas si no puedes utilizar ese dinero. Así que ese dinero tiene que regresar a la sociedad y generar otros negocios.’

Al tocar esas zonas es cuando el periodista se está poniendo en peligro, afirma, ‘al poner en evidencia a políticos, militares y hasta empresarios; los buenos a los que se refiere Mendoza’.

El lenguaje como rescate

En un país donde se hablan unas sesenta lenguas indígenas y ninguna es oficial, Villoro está convencido de que la patria se renueva gracias al lenguaje. ‘Un escritor trabaja en dos niveles: por un lado, utiliza la materia de su época, el español que habla la gente. Pero al mismo tiempo esa materia prima se convierte en otra cosa; el gran gesto literario es derrotar la literalidad. O sea: que eso que significa sólo una cosa en el lenguaje común signifique algo diferente. La literatura inventa un idioma que genera la ilusión de ser un lenguaje privado, que sólo te está compartiendo una persona. Esta ilusión es una construcción espléndida, porque un lenguaje privado, si realmente lo fuera, sería hermético. El gran artificio literario es que con el lenguaje de todos el escritor hace algo que sólo a él le compete. «En un lugar de La Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme» no es una frase muy compleja respecto del sentido si lo piensas. La elección de las palabras, hay ahí una invención particular que le da su sello a Cervantes. Creo que es como nosotros trabajamos, al no ser meros espejos del habla.’

En la vida cotidiana, el modo de decir mexicano es para Villoro también una forma de supervivencia. ‘La sociedad mexicana es muy violenta. El único escudo nacional es un acto de depredación: un animal comiendo a otro. En nuestra lotería, que involucra a distintas figuras típicas, la figura del valiente es un hombre con un cuchillo ensangrentado; nuestro himno es absolutamente sanguinario. Es un país de machismo, donde la figura del padre es muy represiva y la del hermano mayor muchas veces sustituye al padre. Tenemos una educación en la que los alumnos aplicados no son los admirados, sino los que mandan en el patio. Somos una sociedad cargada de violencia. Y así la cortesía es una forma de protección. No somos amables porque somos muy afectuosos hacia el prójimo, sino porque no queremos que nos maten’, sostiene. ‘Yo he visto amigos argentinos discutir muchísimo, y piensas que se van a matar y simplemente lo que están haciendo es un ejercicio retórico. En México si se llega a ese nivel viene el botellazo o el balazo. Ante un poderoso que te interroga tú eres muy amable al decir lo que piensas. Son maneras de evadir.’

El tema de conversación cambia con una frase que suele repetir, un poco en broma y otro poco en serio: ‘A México le faltan justicia, democracia y delanteros’. Su próximo proyecto literario tiene el sello de esa particular combinación, la políticamente incorrecta que elige modos estéticos y diplomáticos para convertirlos en lenguaje: un libro de mutua correspondencia con el Ejército de Liberación Nacional Zapatista. En 1994, durante el levantamiento zapatista, fue de los pocos periodistas que accedieron a la selva para conocer de primera mano el levantamiento en Chiapas, que tenía el objetivo declarado de poner a los pueblos indígenas en la agenda política. La idea de ese libro está sujeta a una pretensión del comandante Galeano, y es que ésta se complete primero para que vea la forma impresa después. Mientras tanto, una parte puede ser leída en enlacezapatista.elnz.org.mx.

La razón de su escritura, cuenta, es la empatía. ‘Me interesa transformar la experiencia en una historia. Para mí eso tiene que ver con una empatía con el mundo. La gran paradoja es que esa empatía tiene que ver con un mundo que está mal hecho. No es decir «el mundo es una maravilla y lo voy a celebrar». Lo que me afecta es un mundo que reconozco imperfecto. Una empatía contra el error del mundo es lo que me mueve. Eso que es equívoco me pertenece.’

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