Jaime García Terrés
Artes y Letras
Poeta y escritor
Ingreso: 20 de octubre de 1975
El poeta no requiere de interrogatorio alguno para hablar de la poesía. Lo hace de continuo en sus poemas, y a menudo fuera de ellos
En su obra poética conviven la reflexión, la melancolía, el humor y lo trágico. Traductor, editor, ensayista y uno de los más destacados promotores culturales del país. Durante su gestión al frente de Difusión Cultural en la UNAM, se creó el grupo Poesía en Voz Alta (1956), la colección sonora Voz Viva de México (1960) y la Casa del Lago (1959). Fue subdirector general del INBA (1948-1949), director de Difusión Cultural de la UNAM (1953-1965) y de la Revista de la Universidad de México (1953-1965), embajador de México en Grecia (1965-1968), director general del FCE (1982-1988) y de la Biblioteca de México (1989-1996). Autor de Las provincias del aire (1956), Los reinos combatientes (1961), Todo lo más por decir (1971) y Reloj de Atenas (1977). Premio Magda Donato 1978 y creador emérito del Sistema Nacional de Creadores de Arte. Ingresó a El Colegio Nacional el 20 de octubre de 1975.
Lucinda Urrusti. Retrato de Jaime García Terrés, 1994. Óleo sobre tela.
90 x 70 cm. Colección: El Colegio Nacional. Fotografía: Javier Hinojosa
En su obra poética conviven la reflexión, la melancolía, el humor y lo trágico. Traductor, editor, ensayista y uno de los más destacados promotores culturales del país. Durante su gestión al frente de Difusión Cultural en la UNAM, se creó el grupo Poesía en Voz Alta (1956), la colección sonora Voz Viva de México (1960) y la Casa del Lago (1959). Fue subdirector general del INBA (1948-1949), director de Difusión Cultural de la UNAM (1953-1965) y de la Revista de la Universidad de México (1953-1965), embajador de México en Grecia (1965-1968), director general del FCE (1982-1988) y de la Biblioteca de México (1989-1996). Autor de Las provincias del aire (1956), Los reinos combatientes (1961), Todo lo más por decir (1971) y Reloj de Atenas (1977). Premio Magda Donato 1978 y creador emérito del Sistema Nacional de Creadores de Arte. Ingresó a El Colegio Nacional el 20 de octubre de 1975.
Lucinda Urrusti. Retrato de Jaime García Terrés, 1994. Óleo sobre tela.
90 x 70 cm. Colección: El Colegio Nacional. Fotografía: Javier Hinojosa
Nació en la Ciudad de México el 15 de mayo de 1924. Estudió Derecho en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM); Estética en la Universidad de París; y Filosofía medieval en el Collège de France.
En su obra poética conviven la reflexión, la melancolía, el humor y lo trágico. Traductor, editor, ensayista y uno de los más destacados promotores culturales del país. Durante su gestión al frente de Difusión Cultural en la UNAM, se creó el grupo Poesía en Voz Alta (1956), la Casa del Lago (1959), la colección sonora Voz Viva de México (1960).
Ocupó numerosos cargos, entre ellos, consejero del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA), en 1947; subdirector general del INBA (1948-1949) −puesto al que renunció al obtener una beca del Gobierno de Francia para realizar investigaciones en París (1950)−; consejero del Instituto Internacional de Teatro (Centro Mexicano) dependiente de la Unesco (1948-1949); encargado interinamente de la Dirección del INBA (de mayo a diciembre de 1949 y de abril a agosto de 1952); jefe del Departamento Editorial del INBA (1951-1953); director general de Difusión Cultural de la UNAM (1953-1965), presidente de la Comisión Editorial de la UNAM (1953-1955); director de la Revista de la Universidad de México (1953-1965); director de la colección Poesía y Ensayo, publicada por la Imprenta Universitaria de México (1960-1965); codirector de México en la Cultura, suplemento cultural del periódico Novedades (1961); embajador de México en Grecia (1965-1968); director general de la Biblioteca y Archivo de la Secretaría de Relaciones Exteriores (1968-1971); asesor técnico del Fondo de Cultura Económica (FCE), 1971; director de la Gaceta del FCE (1971-1988); subdirector general (1974-1982) y director general del FCE (1982-1988); y director general de la Biblioteca de México (1989-1996).
Autor de Panorama de la crítica literaria en México (1941), Sobre la responsabilidad del escritor (1949), Correo nocturno (1954), Las provincias del aire (1956), Galeras (en colaboración con Carlos Fuentes; 1958), La feria de los días(1961), Los reinos combatientes (1961), 100 imágenes del mar (1962), Grecia 60 (1962), Los infiernos del pensamiento(1967), Breve antología de Giorgos Seferis (1977) −poeta al que tradujo al castellano−, Todo lo más por decir (1971), Reloj de Atenas (1977), Honores a Francisco de Terrazas (1979), Poesía y alquimia. Los tres mundos de Gilberto Owen(1980), Corre la voz (1980), Letanías profanas (selección y prólogo de José Emilio Pacheco; 1980), entre otros libros. El Colegio Nacional ha reunido su obra en tres tomos.
Colaboró en los periódicos Excélsior, Uno más uno y Novedades, así como en las revistas Cuadernos Americanos, Revista Mexicana de Literatura, México en el Arte (de la que también fue director, 1948-1953), El Espectador, Diálogos, Pauta, Plural, La Gaceta, Vuelta, Revista de la Universidad de México; Botteghe Oscure (Italia), Evergreen Review(EUA), Europa y Lettres Nouvelles (Francia), Bokännen (Suecia) y Casa de las Américas (Cuba), entre otras.
Recibió el Premio Magda Donato 1978; fue creador emérito del Sistema Nacional de Creadores de Arte del Fonda Nacional para la Cultura y las Artes; y miembro de la Asociación Mexicana de Periodistas.
Jaime García Terrés ingresó a El Colegio Nacional el 20 de octubre de 1975. Su discurso fue contestado por Rubén Bonifaz Nuño.
Falleció en la Ciudad de México el 29 de abril de 1996.
Discurso de ingreso a El Colegio Nacional (20 de octubre de 1975)
Comenzaré por lo más obvio: por un testimonio cordial de agradecimiento a quienes han tenido confianza en la posible validez de mi trabajo en esta institución, originalmente concebida para congregar, estimular y prestar una tribuna a personas que han des- collado en los diversos ámbitos de la cultura. Es una confianza que no comparto del todo. Más que a dar lecciones, estoy acostumbrado a recibirlas sin cesar: de la ajena sabiduría y de la experiencia propia; de los libros y del aconte- cer cotidiano, y aun de las angustiosas noches oscuras de la historia, que a menudo nos dejan en vana espera de frutos y pautas anunciados.
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