• • • • Como parte del ciclo Grandes críticos literarios del siglo XX, Christopher Domínguez Michael, miembro de El Colegio Nacional, dictó la cátedra “Roland Barthes y la nueva crítica”.
      • Transmitida a través de las redes sociales de la institución, el crítico mexicano adelantó que dedicaría dos sesiones a la figura de Barthes, esta primera culminaría con la aparición del libro Mitologías, hacia 1957.
      • “La escritura de Barthes, desde el principio, es una estructura extraordinariamente atractiva y no es fácil distinguir al teórico del simple crítico literario”.

“Algo tiene Roland Barthes que me hace pensar que, a estas alturas, a 40 años de su muerte, festejado ya el centenario de su nacimiento, en 2015, es algo más que un crítico literario: creo que es uno de los grandes escritores franceses de todos los tiempos”. Con estas palabras, el crítico Christopher Domínguez Michael, miembro de El Colegio Nacional, comenzó la primera de sus conferencias dedicadas al pensador francés, como parte del ciclo Grandes críticos literarios del siglo XX.

Celebrada de forma virtual, la tarde de este jueves 7 de julio, con el título de “Roland Barthes y la nueva crítica”, el colegiado reconoció que, debido a sus orígenes, a su trayectoria, a su influencia, a sus fluctuaciones individuales o sus relaciones conflictivas con la propia teoría de la que él formó parte, el llamado estructuralismo, posestructuralismo o neoestructuralismo, su figura supera las etiquetas de un crítico.

“Su situación, Francia y su inmensa repercusión internacional —no sólo en la academia, sino ante el público lector— hablan de un caso que supera en importancia, en trascendencia y también en mitología, como él diría, a otros críticos literarios más puros y duros”.

Aun cuando como crítico literario Domínguez Michael se sienta más próximo a los críticos de la Escuela de Ginebra, contemporáneos de Barthes, ninguno de sus integrantes tuvo la influencia del semiólogo francés en el mundo y en él mismo: “estamos hablando, quien haya leído a Roland Barthes en la juventud, como solo ocurre con otros grandes críticos del siglo XX, como Walter Benjamin, de una influencia decisiva que no se borra nunca”.

“Esto no quiere decir, desde luego, que uno siga sosteniendo las ideas de Barthes, que fueron mutantes, y tampoco quiere decir que no sea conmovedora la batalla que dio Roland Barthes contra Roland Barthes, siendo autor de un libro que se llamaba Roland Barthes por Roland Barthes”.

Desde su perspectiva, ello produjo una pelea interior, esta manera de pensar en público, esta forma de exhibirse, lo lleva a formar parte de una estirpe de intelectual un tanto distinta a la del mero crítico literario, “creo, y no lo dudo, que forma parte de la estirpe de Chateaubriand y, sobre todo, de la de sus inmediatos antecesores, con quienes está muy relacionado, como son André Gide y Jean-Paul Sartre”.

Gide muere cuando el joven Barthes ya es un articulista conocido y festejado, y la relación con Sartre es muy estrecha y, de alguna manera, la aparición de ¿Qué es la literatura?, de Sartre, en 1947, provoca El grado cero de la escritura, de 1953, de Barthes, “en buena medida una réplica del texto de Sartre”.

Durante una sesión, en la que sólo se ocupó del “primer Roland Barthes”, hasta 1957, con la publicación de Mitologías, mediante la comparación de los libros publicados en 1947 y 1953: en el de Sartre, el libro en que el plantea con mucha insistencia el compromiso del escritor, “está hablando todavía de literatura en términos, podríamos decir, decimonónicos”.

“La literatura, para Sartre, es aquello que hacen los escritores. A diferencia de Barthes y de todo el estructuralismo que lo acompañará, al grado que se ha dicho que Barthes es la madre generosa del estructuralismo, y el psicoanalista Jacques Lacan sería el padre severo; en fin, si Sartre ve la literatura todavía como un dominio humanístico, un magisterio que ejercen los escritores con la intención, según lo que desearía Sartre, de participar políticamente y de transformar el mundo, Barthes le concede definitivamente un estatuto ontológico a la literatura,  a la autonomía del lenguaje”.

Barthes llega a decir, de acuerdo con el colegiado, que más allá de la lengua y el estilo está la literatura como objeto y, después, con todo y la aparición de la monografía sobre Jules Michelet, “dirá ya que ese libro no es una biografía, no es un examen crítico al uso, sino es un intento por fijar la estructura del pensamiento de Michelet”.

A partir de esa revisión, Christopher Domínguez Michael aseguró durante su cátedra que, la batalla por la autonomía de la literatura, por su radical diferencia ontológica, termina siendo muy importante en Roland Barthes, más allá de que, al principio, no se advirtió, por qué políticamente estaba muy cerca de Sartre: los dos estaban en la periferia del partido comunista francés  y se asumían, de alguna manera,  como marxistas. Aunque entendían el marxismo como una escuela de pensamiento creativa y abierta, se deslindaban del dogmatismo soviético, “pero formaban parte de la vastísima galaxia marxista en la posguerra”.

“Empieza con Roland Barthes la andadura de la lucha por la autonomía de la literatura, a través de la disección de lenguaje, mediante la utilización de la lingüística de Saussure; todavía en El grado cero de la escritura, Sartre no conoce muy bien a Saussure y ni le interesa demasiado. Y diferencias decisivas después, como entre lengua y palabra, no son del todo visibles en este primer libro, en especial porque muchas veces se recarga en el estilo”.

Sin embargo, resulta evidente “desde luego leído con la comodidad que da a la posteridad”, aceptó Domínguez Michael, que la búsqueda de Barthes iba por otro lado, lo cual no era nuevo, en particular en un tiempo en el que estaban los nuevos críticos de los Estados Unidos o el formalismo ruso, pero que se nutría, sobre todo en el caso de Barthes, “en el encuentro ya mítico en Nueva York entre Claude Lévi-Strauss y Román Jakobson, que es el nacimiento del estructuralismo francés”.

“Desde luego que la escritura de Barthes, desde el principio, es una estructura extraordinariamente atractiva, y no es fácil distinguir al teórico del simple crítico literario: él examina obras del período, actualidades, comparte con Sartre un desdén contra la poesía, pero a diferencia de Sartre, quien piensa que sí hay una diferencia entre la prosa y la poesía, porque la prosa es más útil para la revolución y la poesía está fuera de los límites del mundo real, lo cual sería muy platónico, Barthes como crítico literario opina sin imponer una teoría”, porque su teoría no la había desarrollado del todo, lo que se concretó en los años 60.

Con todo ello, el miembro de El Colegio Nacional reiteró su convencimiento de que Roland Barthes es uno de los grandes escritores franceses, no sólo por la belleza de su prosa, o por el compromiso del Yo del autor, el cual Barthes repudiará después, “sino por esa relación muy estrecha con la tradición literaria”.

“Estamos hablando de un crítico que, hasta el final de su vida, fue extremadamente nacionalista. Casi no escribió sobre autores que no fueran franceses, con algunas excepciones, además que manifestaba de manera contundente que lo suyo era la lengua francesa y creía que esa lengua era la patria de la literatura y de la humanidad; quizá haya sido el último de los grandes intelectuales franceses con esta certeza”, enfatizó Domínguez Michael.

“Roland Barthes y la nueva crítica”, como parte del ciclo Grandes críticos literarios del siglo XX, se encuentra disponible en el Canal de YouTube de la institución: elcolegionacionalmx.

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