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- La pirámide de la luna, segundo edificio más grande de Teotihuacan, fue construida en capas y ganó cada vez mayores proporciones aseveró el arqueólogo, integrante de El Colegio Nacional
- El investigador dictó la conferencia Universos en miniatura: excavaciones en las entrañas de la pirámide de la luna, transmitida en vivo por El Colegio Nacional la tarde del jueves 14 de mayo
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La configuración del Cosmos, la creación del cielo y el inframundo, la concepción de los montes sagrados, la idea del tiempo y el espacio en los cosmogramas, los días en el calendario de los destinos y vías de interpretación en los depósitos rituales teotihuacanos, forman parte de los temas desarrollados por Leonardo López Luján, integrante de El Colegio Nacional durante la conferencia Universos en miniatura: excavaciones en las entrañas de la pirámide de la luna, transmitida en vivo el jueves 14 de mayo, que integra el ciclo La arqueología hoy.
El arqueólogo habló acerca de su participación en el proyecto Pirámide de la Luna, que se realizó entre 1998 y 2004 bajo la dirección de Saburo Sugiyama, de la Universidad Estatal de Arizona y la Universidad Prefectural de Aichi, Japón y Rubén Cabrera Castro, del INAH.
Los registros calendáricos que hablan del cómputo del tiempo muestran cuál era la configuración del Cosmos, cómo era el cielo, la parte central donde vivían las criaturas, no sólo compuesta por la superficie de la Tierra, sino por los primeros cuatro cielos donde estaban las plantas, los animales, los seres humanos, el sol, la luna, las estrellas, los meteoros y finalmente, en la parte inferior los niveles del inframundo, que también exponen cómo funciona el Universo, introdujo López Luján.
Gracias a estos documentos sabemos que en el tiempo primordial reinaban las aguas del mundo y regía la oscuridad. En un momento determinado emergió a las superficies de las aguas un monstruo reptiliano, muchas veces con forma de cocodrilo otras, de pez sierra, de tortuga, incluso de nenúfar para formar la costra terrestre en esas aguas primordiales, expuso el arqueólogo.
Este ser cocodriliano conocido como Cipactli, fue partido por los dioses en dos mitades de 9, es decir, en 18 partes. Nueve para la mitad superior con la que crearían los cielos y 9 para crear el inframundo, afirmó el colegiado, quien exhibió imágenes de códices en los que aparece este ser dividido, híbrido entre árbol y animal con dos ramas.
El descrito aparato cósmico, se complementa en los códices con montes sagrados, concebidos como elevaciones huecas, representadas como contenedores de agua, grandes vasijas donde estaban todas las riquezas, la fertilidad y las semillas con las que el ser humano se alimentaría, precisó el arqueólogo.
Este monte-árbol cocodriliano, representado por el también arqueólogo Alfredo López Austin, es como una ceiba y sirve como columna universalis. En la parte central, esta franja o Axis Mundi conecta los 9 cielos superiores con los 9 niveles inferiores. Al centro se encuentra esta franja de cuatro niveles intermedios donde están los planetas, las plantas los animales, los seres humanos y los meteoros, señaló.
López Luján describió que este árbol cósmico en el centro del mundo tiene cuatro proyecciones en los puntos cardinales y analizando los códices podemos ver que en cada punto cardinal se encuentra ése árbol que surge de la diosa de la tierra y que es coronado de distinta manera en cada uno por un ave.
Detalló que los cuatro sostenedores del cielo (este, oeste, norte, sur), divinidades que evitan la unión del cielo y el inframundo, se vuelvan a juntar y a constituir ese monstruo primordial.
Uno de los cosmogramas de Mesoamérica más bellos como representación en miniatura del Universo, es la Lámina uno del Códice Feyerbar y Mayer (que se encuentra en Liverpool, Inglaterra). Este resume esa idea del tiempo mediante una cruz de malta en sentido ortogonal y una cruz de San Andrés en sentido diagonal. En la intersección de estas dos cruces, la imagen de Ixotecuhtli, el Dios del Fuego, del hogar, que se encuentra en el ombligo del Universo. En cada rama de esta cruz, surgen del sol, de la tierra de la luna o de un bracero, los árboles cósmicos coronados por un ave y flanqueados por dos dioses patronos, describió López Luján.
El arqueólogo señaló que este cosmograma no sólo es una representación del espacio, se trata de un dispositivo temporal en el que cada uno de los puntos representados figuran el día, que es la unidad del tiempo. Los días se reúnen en grupos de trece, los meses del tonalpohualli, calendario de los destinos. Hay veinte trecenas que nos dan 260 días. El cosmograma, conjuga estas visiones complejas relacionadas con el espacio y el tiempo que circula en sentido contrario a las manecillas del reloj.
El autor de El capitán Guillermo Dupaix y su álbum arqueológico de 1794, al finalizar su análisis de los documentos del siglo XVI, se refirió a la serpiente emplumada: Quetzalcóatl. Ser reptiliano híbrido vinculado con la tierra y el inframundo cuyo cuerpo cubierto con plumas de quetzal lo vinculan al mundo celeste, que viaja por las esferas. Es un ser extractor de la luz, de las lluvias, del ser humano, ordenador del tiempo y conductor de los bienes del hombre, es el patrono de los seres humanos, guerrero, civilizador y mercader.
En el Templo Mayor estudiamos la cultura teotihuacana, que abarca del año uno al 550 de nuestra era y la civilización mexica, mi especialidad, que es muy posterior, está ubicada entre 1325 y 1520. Sobre el estudio de los mexicas tenemos la fortuna de contar con múltiples documentos escritos y pictografías sobre las concepciones antiguas del tiempo y el espacio, textos en lenguas indígenas, en latín y en español, comentó el arqueólogo al hacer un paralelismo entre las fuentes de información del espacio central de su labor y el que alberga a la Pirámide de la Luna.
La enorme desgracia en el caso de Teotihuacan, expresó López Luján, es que no hay pictografías, códices ni textos escritos complejos. Entonces tenemos que resolver cómo reconstruir la cosmovisión de sus habitantes y de la cultura material del sitio que nos pueda ayudar a descubrir su pensamiento.
A través de la cerámica, la pintura y escultura teotihuacanas, donde hay pocos registros calendáricos, sabemos que los teotihuacanos tenían su tonalpohualli, su calendario de los destinos igual que en el Poscláscio y también tenían su calendario agrícola, mencionó.
Sobre la búsqueda de nuevas vías de interpretación en los depósitos rituales teotihuacanos, el arqueólogo comentó que la arquitectura, la cerámica, el urbanismo y la pintura mural muestran indicios de las ideas de tiempo-espacio en Teotihuacan y su semejanza con las concepciones del Epiclásico y el Posclásico.
Al referirse a los túneles explorados debajo de la Pirámide de la Luna a través del trabajo de Saburo Sugiyama y Rubén Cabrera Castro, donde se encontraron cinco emplazamientos funerarios con cabezas cercenadas, restos de guerreros y extranjeros, además de reptiles, aves y mamíferos (águilas, lobos y pumas), López Luján dijo que se descubrió que el segundo edificio más grande de la ciudad antigua, es como una cebolla o una matrioshka rusa.
Fue construida en capas y cada vez fue ganando mayores proporciones aseveró el arqueólogo quien mostró cómo fueron avanzando las siete fases de su levantamiento hasta llegar entre el año 350 y el 400 d.C. a sus 46 metros de alto.
Este hallazgo de cinco entierros de consagración, se vincula a las sucesivas etapas de construcción de la pirámide. El más antiguo data del año 200 d.C. Los animales encontrados en éstos son mamíferos depredadores asociados a la guerra ya las órdenes militares, precisó.
Acerca de los esqueletos recuperados en Teotihuacan mencionó cómo estaban estructurados, basándose en el Entierro 6. Los objetos tienen una secuencia ritual dentro de una cámara de cinco por cinco metros, donde se trazaban ejes imaginarios, tres en el norte-sur y tres en el este-oeste. Luego está el trazo del objeto principal, donde se colocaron nueve serpientes de pedernal colocadas todas de manera radial, y sobre de ellas, un espejo de pizarra y pirita y sobre el espejo una figurilla antropomorfa.
Después en sus nueve intersecciones, se colocaron figurillas conocidas como “excéntricos”, de brazos cortos, que probablemente son cautivos de guerra, hacen pensar que tenían los brazos atados como los cadáveres que han sido hallados también en el templo de las serpientes emplumadas. Estos “excéntricos” están flanqueados cada uno por un par de águilas reales atadas de alas y patas.
En la intersección central se ubicaron dos víctimas humanas que seguramente eran de alto nivel, uno de ellos envuelto en un petate, ambos con joyas de jade y las manos amarradas. Se hallaron también diez individuos agrupados y sin joyas, amarrados de manos y pies, sin cabeza y sin vértebras cervicales arrojados desde la parte superior del depósito, señaló.
Encontramos también siete ollas Tláloc (del dios de la tormenta), cuatro en los extremos cardinales y tres en la parte central volcadas hacia los lados. Otros entierros, siguen patrones semejantes, mencionó.
Finalmente Leonardo López Luján externó que los entierros de Teotihuacán, al igual que los de Tenochtitlan podrían ser cosmogramas, modelos del Universo.
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